miércoles, 22 de agosto de 2007

::¡hay que ver, hay que ver!::

El Maestro Guerrero fue "un tío majo". Siempre que se escribe de él se le denomina como "campechano", "popular", "entrañable"... Aunque era toledano, de Ajofrín, desde muy joven se vino a vivir a Madrid y aquí fue digno heredero del más popular de los compositores, Federico Chueca, que había dejado huérfano a "su" Madrid en 1908. Guerrero llegó en 1914 y en 1920 ya obtuvo su primer exitazo en el Teatro de La Latina: La Pelusa, o el regalo de los Reyes. Después vendrían muchos, muchísimos otros... La alsaciana, El huesped del Sevillano, Los gavilanes, La rosa del azafrán. Infinidad de memorables revistas: Cinco minutos nada menos (¡cuatro años en el cartel del Teatro Martín!), El sobre verde ("Soy la garçon, con, con... con el pelo cortao"), La blanca doble...

Pero hoy quiero hablar del escándalo de La montería, zarzuela que estrenó en 1922 en el Teatro Circo de Zaragoza y que consiguió traer a Madrid el 23 de enero de 1923 a la Zarzuela. La bomba-Guerrero estaba bien preparada.


Lo que más le gustaba a Don Jacinto -incluso antes que la música- era las mujeres... Para el papel de la cómica seleccionó a Victoria Pinedo, bellisíma y con buena voz. Para ella, como solía hacer con todas las tiples cómicas de sus obras, escribió un número de lucimiento en el segundo acto y... ¡la bomba sonó pero muy fuerte! Fue el mítico tango-milonga del "¡Hay que ver!" y que pronto intoxicó a todo Madrid con sus síncopas y letra pegadiza. La epidemia llegó a ser tan grande que en carnavales, cuando la Zarzuela se convertía en principal baile de máscaras de la ciudad, se trasladaron al Teatro de la Princesa (el María Guerrero de hoy) y la fiebre por el "Hay que ver" atrajo a un teatro que no era musical a centenares de personas que lo seguían abarrotando día y noche. A la gripe de ese año que, por cierto, dejó a unos cuantos centenares de muertos, se le llamó "La montería"... como ocurriese años antes con el "Soldado de Nápoles" de La canción del olvido. Si quieres escuchar el "¡Hay que ver!" no lo dudes y pincha aquí.

Guerrero supo jugar bien sus cartas. Popular y populista, desde el día de su estreno en Madrid y previendo lo que podía ocurrir, hizo pintar un telón enorme con la letra del cuplé y una foto de la Pinedo para que en el intermedio, cuando vuelve a sonar el número pero sólo instrumental, todo el público cantase. Se dice que él volvía el atril y se ponía a dirigir al público tan ricamente desde el foso... ¡Así cualquier, Guerrero!

Guerrero murió en septiembre de 1951 pero antes tuvo tiempo de ser empresario, de levantar el Edificio Coliseum de la Gran Vía, de ser concejal del ayuntamiento de Madrid, de escribir música para cine, un poema sinfónico a su Toledo... Un personaje que hasta ahora no ha empezado a ser realmente considerado por haber sido, eso mismo, un personaje "nuestro", de los humildes, de los que amamos la música sin contemplaciones, porque nos gusta y porque no nos da la gana dar explicaciones. Sus canciones no aspiraban a más que a hacer feliz a las cocineras y a hacer bailar a los que se dejaban caer por boites, cabarés y verbenas. Disfrutemos con su estilazo y dejémonos arrebatar, como hicieran nuestros bisabuelos, por el "¡Hay que ver!" de La montería.

1 comentario:

RGAlmazán dijo...

Fíjate si se haría famosa la pieza de "¡hay que ver! que se utilizó como "jingle" en más de un anuncio. Recuerdo uno que decía:
"¡Hay que ver mi abuelita la pobre, que pieles llevaba!" (entonces le preguntaba una voz femenina, hablando:) "¿Y dónde las compraba" (y la primera voz femenima de la canción le contestaba:) "Como mamá, en Marta del Canadá" (que debía ser una peletería de moda de la época).

Salud y República