::al contrario que el placer, el dolor no lleva máscaras::
20 de abril de 2009, CDMC, Auditorio 400
Mauro Bortolotti, Foglie; Daniel Amadeo Zimbaldo, Cartas desde el Real Hospital de Lunáticos; Luca Lombardi, Come d´autunno; Jesús Rueda, L´infinito (2nd version); Roberto Gerhard, Libra. Logos Ensemble; Tonino Battista (director); Catharina Kroeger (soprano); Electroacústica LIEM.
Encabezamos nuestra crítica con una de las más dolientes citas del De profundis de Oscar Wilde; la razón es evidente: el concierto al que hemos asistido hoy ha supuesto, para nosotros, una visita realmente amarga a la sima de la existencia humana. Los senderos surcados por cinco compositores de estilos y lenguajes variados han sido el dolor, el recuerdo roto, lo trivial de nuestra duración, con un mar Mediterráneo de fondo y una sombra de esperanza al final del camino (la soberbia Libra de Roberto Gerhard). La metafísica del luto es la metafísica del ser, y así lo adivinan y traducen en música autores italianos e hispanos en obras que han abarcado un amplio marco cronológico, desde el ya lejano 1968 de la pieza de Gerhard, hasta el 2008 del título de Jesús Rueda.
Las hojas (Foglie) que el recordado Mauro Bortolotti encontró caídas en su patio interior, se dibujan en los trazos entrecortados y de sensualidad asmática de una flauta travesera sutil y elocuente. Su obra fascinó en recursos sonoros insólitos como el rasgueado de las cuerdas del piano. Su compatriota Luca Lombardi, por su parte, lloró la muerte de un amigo en 2000, recogiendo estas mismas hojas de la existencia vana en el aforístico Como en otoño, la obra que más convenció al auditorio en su sobrecogedor juego de texturas grises y una muy elegante serialización del material sonoro. Cruzando el mar Mediterráneo llegamos a las Cartas desde el Real Hospital de Lunáticos de Amadeo Zimbaldo, plagadas de referencias extramusicales, y muy sugerente en la utilización de la electroacústica. La soprano Catharina Kroeger se defendió ante una obra comprometida en la modulación de la voz por todos los registros sonoros habidos y por haber (Sprechgesang incluido). La obra sorprendió en sus amplias dimensiones y una desbordante variedad de lenguajes, sin embargo, para su mejor comprensión, hubiera sido muy de agradecer que se hubiesen facilitado los textos cantados de Cela en las notas al programa. Al lado de esta obra central pasó más desapercibida L´infinito de Rueda, pieza de capricho, casi minimalista, y no por ello menos honda y oscura. Sus asperezas tímbricas iniciales se van templando según avanza el tiempo y termina con un solo de clarinete rendidamente humano y luminoso. Libra de Gerhard, tan ecléctica en su lenguaje como intachable en la factura, es un viaje –casi obsceno– a la psiquis del alumno de Pedrell. Dodecafonismo y modalidad neoclásica confluyen en una cósmica sección final en la que los glissandi de los timbales nos hablan de esferas inalcanzables.