miércoles, 3 de octubre de 2007

::la mujer en la zarzuela - últimas heroínas::

Con este post daré fin a la serie de heroínas que inicié a principios de septiembre y que, vaya, ya va siendo hora de terminar. He hablado de varias de mis preferidas, de Adriana, de Mélisande, de Lucia, de Salome... pero no he hablado de mis verdaderamente preferidas, de las auténticamente heroínas: las protagonistas de muchísimas zarzuelas, de muchos sainetes líricos. Hablo de la mujer trabajadora que, más o menos ensoñada por unos libretistas burgueses, varones y heterosexuales, configuran un mosaico de emociones de carne y hueso, de penas y miserias, de alegrías y alborozos.

No hablo ni de Francisquitas, ni de Luisas Fernandas. Hablo de Marola, tabernera en un puerto lejano, de Mari Pepa, chulapona planchadora, de Ascensión, que nos vende flores en La del Manojo de Rosas, de Aurora, alfarera a la que cantan parrandas bajo la ventana...

... pero hablo, por encima de todas, de una criatura sinpar: Pilar, protagonista de una de las más imponentes zarzuelas: Gigantes y cabezudos, con libro de Miguel Echagaray y música de Fernández Caballero (El dúo de La Africana, La viejecita, Los sobrinos del Capitán Grant...).

La obra se estrenó en noviembre de 1898, en un Teatro de la Zarzuela lleno hasta la bandera por burgueses y no tan burgueses que habían visto roto en pocos meses el sueño del gran quijotismo español. España, que no es mala pero tampoco sabe ser buena, con el Desastre Nacional, se dio a sí misma la puntilla definitiva. Un país que se quedaba más hambriento, pobre, solo y avergonzado que nunca. Pero eso sí, un país que no se resistía, que oiga señores, que aquí no pasa nada y que hay que comer y sobrevivir. Así lo entendía la gente humilde, los que realmente sinitieron en sus carnes la puñalada de la guerra. Si no fue en Cuba, fue en Filipinas... y a quien no le tocó pues pronto le llegaría "su" Africa.

Pilar es verdulera. Tiene su puesto en una plaza cercana al Pilar de Zaragoza. De honrado corazón se presenta voluntaria para representar a las vendedoras en el Ayuntamiento y protestar por la subida injusta de los presupuestos (¡un 100%!). Pero las desdichas de Pilar no terminan ahí. Es analfabeta, como el 70% de las mujeres españolas a finales del XIX, y un policia malasangre la engaña al leerle las cartas que su novio, desdichado, la envía desde Cuba de donde no ha podido regresar todavía.

La serie de calamidades por las que Pilar pasa -que a veces nos hacen esbozar una sonrisilla por no llorar- van in crescendo, como la inolvidable jota que entonará en el climax de la obra durante las fiestas del Pilar y que nos recuerda que aún por mucho mal que nos esté pasando ahí estamos los maños -y digamos por expansión, los españoles- siendo gigantes y cabezudos:

Luchando tercos y rudos
grandes para los reveses
somos los aragoneses
gigantes y cabezudos.

La zarzuela tiene final feliz. Su Jesusico regresa y aunque ella no sepa leer formarán una familia que entre los dos (ojo, entre los dos... que se lo digan a cualquier pavisosa de ópera) sacarán adelante. Por ser gigantes y por ser cabezudos, por ser honrados y trabajadores. Así fueron tantas y tantas protagonistas de zarzuelas... así fueron tantas y tantas españolas, mujeres trabajadoras a las que, aunque no estemos a 18 de marzo, dedico este post.

Para terminar os invito a que escucheís la preciosa romanza de Pilar en la que se lamente por no saber leer las cartas que le envía Jesús desde Cuba... "¿por qué, Dios mío, no sé leer?".



Esta es su carta
es el cartero después del otro
lo que más quiero.
Tardó la carta
cerca de un año.
Vive y me quiere
mi pobre maño.
¿Qué me dirá?
Vamos a ver.
¡Por qué Dios mío no sé leer!

Si no doy esta carta a leer
lo que escribe yo voy a ignorar,
mas no debe ninguno saber
lo que el chiquío le cuenta a Pilar.

Me leen sus cartas mal
y deprisa y acaban siempre
muertos de risa.
Que esas se rien no puede ser.
¡Por qué, Dios mío no sé leer!

Las cuatro caras llenas están,
ésta es su firma
¿qué me dirá?
Me dirá que me quiere de veras,
que soy mona y rica,
me dirá que al rezar
no se olvida de la Pilarica.

Me dirá que esta hambriento
y sediento y enfermo
y cansado y que va por maniguas
y charcas sin pan ni calzado.
Me dirá que ni Cuba es hermosa,
ni dulce la caña
y que piensa en su pobre baturra
que llora en España.

¿Dirá otras cosas?
Bien puede ser.
¡Por qué, Dios mío no sé leer!

Tal vez su vuelta me anunciará.
Tal vez enfermo se encontrará,
y ¡ay Dios! a verle no vuelva ya.
Duda cruel ya no asaltó
y hace latir mi corazón.
Qué me dirá
Yo no lo sé,
¡Por qué, Dios mío no sé leer!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Kike, me alegro de que por fin hayas acometido el hablar de las heroinas de zarzuela y espero que con tu buen hacer y escribir abordes siempre el comentario desde el sentimiento interior de cada una de ellas y las circunstancias de la epoca , como has hecho hoy con Pilar de Gigantes y Cabezudos Y solo dos cosas mas: Que no te olvides de las secundarias( Aurora la Beltrana, Encarna, de El Ultimo Romantico, Rosario de La Chulapona etc, las que tu prefieras,que tambien son dignas de mención)Y si alguna vez abordas a Dª Francisquita no te olvides de una faceta muy poco noble de su parte, el atreverse, sin remordimiento alguno , a jugar con los sentimientos de un anciano, padre del hombre cuyo amor trataba de conseguir, lo cual no dice mucho de su nobleza de alma. Un abrazo.Marisa

RGAlmazán dijo...

Ya te comenté, Quique, que hace cuarenta años, más o menos, trabajé haciendo bulto en varias Zarzuelas, una fue Gigantes y Cabezudos. Oyendo la romanza me has hecho recordar aquellos momentos. Me daban 25 pesetas por función. Una pasta...

Salud y República

Bender dijo...

Qué maravillosa radiografía de la época la que nos ofrece, casi sin querer, Pilar