miércoles, 7 de noviembre de 2007

::subyugado ante el arte de ana maría sánchez::

El sábado, con el concierto de José Bros y su esposa María Gallego, se dio el pistoletazo de salida al I Ciclo de Conciertos Líricos de Zarzuela en el teatro de la ídem. Aquello fue, la verdad, un rollo si se plantea desde la perspectiva del programa; no era un concierto atractivo sino que se limitaba a recopilar una serie de piezas trilladísimas para lucimiento de tenor y soprano. Él lo hizo, ¡vaya si lo hizo! y dio una lección de buen gusto en el canto y una exhibición pirotécnica de medios vocales de los que está sobrado. ¡Qué ganas de verle en La bruja que se estrena en diciembre!... Sobre ella, mejor corramos un tupido velo.

Pero lo de hoy, señores míos, ha sido muy diferente, ya que al interés propio que pueden suscitar las voces del cartel se sumaba el de un programa diseñado con delicado gusto: hemos escuchado un poco de todo, algo de género chico, algo de género grande... cosas conocidísimas y otras francamente infrecuentes, en fin, para todos los gustos e intereses. El disfrute, por este lado, estaba garantizado y a pesar que la Orquesta de la Comunidad no acaba de convencerme en este formato y que Roa no creo que haya podido insuflar a todas las piezas el carácter necesario. El coro titular de la casa súmamente discretito.

¿Qué ha sido lo que más ha brillado? Pues sin duda la "interpretación" brillante de un género, y ojo que no me estoy limitando al cante de fulanito o menganito; porque seamos francos, Carlos Moreno no es José Bros... Juan Jesús Rodríguez no es un barítono para caerse sentado... pero hay un "algo" en ellos, sobre todo en Moreno, que hace que cuando se les escucha uno tenga en el rostro una leve sonrisa; un "vaya, este señor está contándome algo"... creo que la palabra sería transmitir. ¡¿Y qué decir de Sonia de Munck!? Es una tiple ligera con un donaire y una elegancia innatos. Su estilo al cantar es único y sin duda resulta óptima para los roles que habitualmente acomete en la compañía Ópera Cómica de Madrid. ¿Te veremos más este año, Sonia? Aún recuerdo su Gallina ciega, su Relámpago... Una de las mejores artistas en el género como ha demostrado hoy con el vals del Chateau Margaux y la polonesa de El barbero de Sevilla.

Pero hoy quiero hablar algo más detenidamente de Ana María Sánchez, que brillando más allá de la estrella polar hoy nos ha dejado boquiabiertos por su manera de decir las dos romanzas y los dos dúos que ha cantado. Empezó con la gavota de La Calesera junto a la De Munck. Bien, muy bien... pero, de repente... la romanza de Gigantes y cabezudos. Memorable. Absolutamente exquisita. Cada una de las frases, cada una de sus maneras de ir desgajando los halientos necesarios para decir de maneras muy diferentes la docena de veces casi que se repite la frase "¿por qué, Dio mío, no sé leer?". En el dúo de El gato montés ha dado lo mejor de sí misma por el venazo andaluz y ha sorprendido con la jondura de su declaración de amor. En esta línea ha llegado a lo mejor de la velada con la romanza de El barquillero, una de las más sutiles del repertorio y que en su voz ha dejado de piedra al auditorio. La ovación ha sido fráncamente emocionante y el lenguaje se queda corto cuando se quiere poner en palabras tamaños conceptos de belleza.

El domingo 25 de noviembre a las 19:00se retransmitirá por Radio Clásica y todos tendreís la ocasión de escucharlo.

Y ahora, una reflexión. ¿Cómo es posible que una soprano como Ana María Sánchez no tenga su agenda llena de compromisos con los mejores teatros, no ya nacionales, donde nunca hemos sabido disfrutar de nuestros mejores productos, sino del extranjero? Alguien como la Sánchez podría estar cantando Otello, Tosca o Un baile de máscaras por medio mundo y ahí la teneís, sin ninguna función de ópera en vistas. En Valencia preparan un Don Carlo y no estará ella en el reparto. En Bilbao, donde siempre ha triunfado, no la llaman desde su Otello último... ¡Y encima se aprendió de memoria la ópera Zigor para sacarles, francamente, de una apuro y ahí está! Es una situación que clama al cielo y que el que les escribe no sabe explicar. Si alguien sabe algo, que lo diga o calle para siempre.

Tú no, Ana María, te lo rogamos, que tu voz nunca calle. A los que apreciamos, aunque sea muy poquito, el arte verdadero, nos hace muy felices.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué gran cantante! Mil gracias