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jueves, 10 de enero de 2008

::diálogo de alsacianos::

En los años dorados del Teatro de los Bufos Parisinos (Bouffes Parisiens) Offenbach hacía bailar a todo Paris con su música de irresistible fuerza e inventiva melódica inagotable. Eran los años 60 del XIX y Napoleón III, con su barón Haussmann, hacen grande una nueva ciudad llena de bulevares, grisetas y artistas de medio pelo. Al nuevo París acuden personas de todo tipo: desde turistas burgueses deseantes por admirar la Exposición de 1867 -pensemos en los protagonistas de La vida parisina- a pobres campesinos que dejando tras de ellos un mundo de miserias se sumaban por un embudo irrefrenable a la muchedumbre populachera y obrera de la gran ciudad.

En Francia los alsacianos son lo que los gallegos a España. En el argot burlesco popular siempre que se dice "el gallego" se pienso en el paleto, en el cateto simplón como lo retrata el teatro cómico hispanoamericano. Una imagen parecida dan los alsacianos a los refinados, o no tanto, parisinos.

Offenbach, deseando siempre agradar a su público, no fue ajeno a esta realidad y con un algo de mala uva, un poco de añoranza romántica por la vida campestre y una enorme dosis de ingenio puso música a un libreto titulado Lischen et Fritzchen, "conversación alsaciana en 1 acto" de Boisselot. En él los ciudadanos parisinos podían reírse de lo lindo con las ingenuidades de los campesinos y además saborear nuevos números del bueno de Jacques que rápidamente circularían por los organillos y pianos de toda la ciudad deseosa de música y primavera. De entre ellos, no cabe duda, destacó desde su estreno la divertidísima y muy bella redowa "Je suis l´alsaciènne", que pasaría a ser uno de los hits de su autor y que formaría parte, incluso aún bien entrado el siglo XX, del ballet-pastiche con música de operetas de Offenbach, Gaité Parisienne.

Aquí va el maravilloso duetto "Yo soy la alsaciana"...

Este post se lo dedico a mi amigo Juan Carlos que actualmente está de Erasmus en Estrasburgo... capital de la Alsacia, jejeje.

martes, 2 de octubre de 2007

::vuelta a clase... la única solución... el champán::

Re-la-mi-do... re-la-mi-do... las lecciones de solfeo pueden acabar siendo tediosas... Mientras mi amigo Javi me ayuda a buscar solución estética para mi blog he regresado al antiguo formato para poder desahogarme de vez en cuando por estos lares.

Hoy empezarpn las clases en la universidad y creo que la musicología va a absorber mis tardes a pasos de gigante. Me quedo todos los días a comer en Ciudad Universitaria así que doy las gracias a los horarios antipedagógicos donde los haya del departamento. Horarios elaborados a la medida de los maestros, no de los alumnos. ¿Que se dan cinco horas seguidas con el mismo profesor de dos asignaturas espesísimas? ¡¡Qué más da, hombre!! Es que oye, es una eminencia.

No cuela.

Re-la-mi-do... re-la-mi-do... Yo sigo con mis niños y mis clases particulares de solfeo y piano... llueve y llueve, menudo día. Siguen cantando y aporreando el piano (¿por qué no elegirían los padres como instrumento la pianola y el organillo?). En fin, qué tiempos los del Conservatorio María Cristina, cuando enseñaban Arrieta, el ilustre compositor de Marina y Emilio Serrano. En mis tiempos (finales de los noventa... principios de siglo XXI) aprendíamos con métodos escritos en los años 20 de Conrado del Campo y cía... uhm... creo que el Conservatorio tampoco es ejemplo de pedagogía... ¡Agggg!

RE-LA-MI-DO
RE-LA-MI-DO...

Siempre nos quedará el champán... Ay, ¡qué noche la del viernes!... Von Otter haciéndose la borracha en la maravillosa Pericola de Offenbach. El aria-mazurka de la borrachera.